En la naturaleza, las plantas han desarrollado ingeniosos mecanismos para asegurar la supervivencia de su especie.
Algunas extienden sus semillas mediante el viento, otras dependen de los animales o del agua. Pero hay excepciones que llaman la atención por su violencia y precisión. Es el caso del Ecballium elaterium, conocido como pepino expulsor o “pepino explosivo”, una planta mediterránea que lanza sus semillas a velocidades comparables a las de una pistola de aire comprimido.
Un reciente estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ha documentado con precisión uno de los mecanismos de dispersión de semillas más extremos del reino vegetal.
Se trata del Ecballium elaterium, conocido como pepino expulsor o “pepino explosivo”, una planta originaria de la cuenca mediterránea que lanza sus semillas a velocidades balísticas, gracias a un complejo sistema de presión interna y orientación estructural.
El E. elaterium es una especie silvestre de la familia de las cucurbitáceas, emparentada con el melón y la calabaza. Produce frutos pequeños, de unos cinco centímetros, que al madurar acumulan un líquido mucilaginoso en su interior.
Este fluido genera una presión hidráulica que puede superar las 25 atmósferas. Cuando la tensión llega a un punto crítico, el fruto se separa del tallo y libera el contenido de forma explosiva, proyectando entre 20 y 50 semillas a distancias de hasta 12 metros.
La descarga ocurre en menos de 30 milisegundos y puede alcanzar velocidades superiores a los 20 metros por segundo, es decir, más de 70 kilómetros por hora.
Este fenómeno fue grabado por los investigadores utilizando cámaras de ultra alta velocidad (hasta 10.000 cuadros por segundo) y escáneres de microtomografía computarizada (micro-CT), que permitieron analizar la estructura interna del fruto antes, durante y después del disparo.
El proceso no depende únicamente de la presión interna. Durante los días previos a la explosión, parte del fluido del fruto migra hacia el tallo, el cual se estira y se mantiene rígido.
Esto provoca que el fruto se oriente en un ángulo de entre 45 y 53 grados respecto al suelo, lo que optimiza la distancia y el patrón de dispersión. Cuando el fruto se desprende del pedúnculo, el retroceso del tallo genera una contrarrotación que ayuda a dirigir el chorro de semillas.
A lo largo de la descarga, las semillas no salen todas al mismo tiempo ni con la misma fuerza: las primeras son expulsadas más rápidamente y a menor ángulo; las últimas, más lentas y con trayectorias más altas. Este patrón asegura una dispersión amplia y homogénea en forma de anillo.
Las semillas, además, presentan una orientación aerodinámica —emergen punta adelante— y están recubiertas de un mucílago que, al secarse, se vuelve adhesivo. Esta sustancia ayuda a que las semillas se adhieran al suelo, retengan humedad y germinen en mejores condiciones.
Desde el punto de vista ecológico, esta forma de dispersión tiene ventajas claras. Al lanzar sus semillas lejos, la planta evita la competencia directa entre progenitor y descendencia. Además, al distribuirlas en un radio amplio, aumenta las probabilidades de colonizar nuevos espacios adecuados para su crecimiento.
Aunque el fenómeno era conocido desde la antigüedad —Plinio el Viejo ya describía los efectos irritantes de su jugo—, el nuevo estudio permite por primera vez comprender a fondo la biomecánica del proceso. La investigación fue liderada por equipos de las universidades de Oxford, Manchester y Kiel.
El caso del pepino expulsor no solo es de interés botánico. Su sistema de almacenamiento y liberación de energía ha despertado el interés de ingenieros y diseñadores de tecnología bioinspirada. Entre las aplicaciones potenciales se incluyen:
El uso de materiales similares al mucílago vegetal, como los hidrogeles, también está siendo explorado en la medicina y en ingeniería de materiales.
Lo que a simple vista parece un simple fruto silvestre encierra un mecanismo complejo y eficiente de dispersión de semillas. El Ecballium elaterium demuestra cómo la evolución puede desarrollar soluciones biológicas con niveles de sofisticación que rivalizan con la tecnología humana.
Este estudio no solo resuelve un antiguo misterio botánico, sino que también abre nuevas vías de inspiración para el desarrollo de tecnologías basadas en principios naturales.