La calidad de la elaboración de los alimentos influye decisivamente en la efectividad de las dietas para bajar de peso, incluso cuando estas inlcuyen perfiles nutricionales equivalentes.
Cambiar a una alimentación basada en productos frescos y mínimamente procesados —como frutas, verduras y platos preparados en casa— puede favorecer una reducción de peso notablemente mayor en comparación con una dieta que incluya alimentos ultraprocesados, aun cuando ambas sigan las recomendaciones dietéticas oficiales.
Un ensayo clínico reciente llevado a cabo por la University College London, publicado en la revista Nature Medicine, ha revelado que seguir una dieta basada en alimentos mínimamente procesados permite perder el doble de peso que seguir una dieta compuesta por ultraprocesados.
Este experimento, realizado en Reino Unido con 55 adultos con sobrepeso u obesidad, comparó dos regímenes alimentarios durante ocho semanas cada uno, separados por cuatro semanas de descanso.
Una de las dietas consistió en alimentos mínimamente procesados, preparados desde cero (como avena nocturna o espaguetis a la boloñesa caseros). La otra incluyó productos ultraprocesados, como barras de avena o lasaña precocinada. Ambas dietas se diseñaron para tener un contenido similar de grasas, proteínas, carbohidratos, fibra, sal y frutas y verduras, siguiendo las guías Eatwell Guide del Reino Unido.
Los participantes recibieron las comidas en casa sin restricciones de cantidad ni instrucciones para limitar el consumo, permitiendo un seguimiento libre de las opciones alimentarias ofrecidas.
Los datos mostraron que quienes siguieron la dieta mínimamente procesada perdieron aproximadamente dos por ciento de su peso corporal, mientras que quienes consumieron ultraprocesados perdieron alrededor de uno por ciento. Esta diferencia representa un déficit energético diario estimado de ciento noventa y siete kilocalorías frente a las ciento veinte kilocalorías del grupo de ultraprocesados.
Proyectando estas cifras a un año, la pérdida de peso esperada sería de aproximadamente trece por ciento en hombres y nueve por ciento en mujeres con la dieta mínimamente procesada, en contraste con una reducción de cuatro por ciento en hombres y cinco por ciento en mujeres para quienes consumieron ultraprocesados.
Además, la pérdida de peso en la dieta menos procesada provino de reducciones en masa grasa y agua corporal, sin pérdida de masa muscular ni masa libre de grasa, lo cual es positivo para la salud metabólica.
El estudio también identificó que la dieta basada en alimentos menos procesados redujo antojos y mejoró el control del apetito, pese a la mayor pérdida de peso.
En cuanto a los indicadores de salud, no se encontraron diferencias significativas en presión arterial, glucosa sanguínea o inflamación entre ambos grupos.
Sin embargo, los niveles de triglicéridos mejoraron más con la dieta mínimamente procesada, mientras que el colesterol LDL (el denominado como "malo") disminuyó en mayor medida en el grupo que consumió ultraprocesados, un resultado que aún requiere mayor investigación.
Los investigadores señalan varios motivos por los que la dieta mínimamente procesada resultó más eficaz, incluso con idéntica calidad nutricional:
Estos resultados subrayan que no solo el contenido nutricional, sino también el grado de procesamiento de los alimentos, influye en el balance energético, la saciedad y el metabolismo.
Las políticas públicas podrían beneficiarse de promover el consumo de alimentos frescos y mínimamente procesados, mediante etiquetados más claros, restricciones en la publicidad de ultraprocesados y subsidios a opciones saludables.
Los alimentos ultraprocesados incluyen productos industriales con múltiples ingredientes artificiales —edulcorantes, emulsionantes, preservantes— poco comunes en la cocina doméstica: por ejemplo, comidas preparadas, snacks, refrescos o yogures de sabor intenso.
Su consumo está vinculado a mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, algunos cánceres y mortalidad prematura, incluso cuando la evaluación nutricional no los clasifica como "no saludables".
Este ensayo representa el primer estudio extensivo en condiciones reales que demuestra la superioridad de una dieta con alimentos mínimamente procesados frente a otra basada en ultraprocesados, incluso si ambas cumplen las normas nutricionales oficiales. La evidencia sugiere que el nivel de procesamiento influye de forma independiente sobre el control del peso, la composición corporal y los antojos.
Por tanto, las recomendaciones de los expertos en salud son priorizar en la alimentación diaria productos frescos o cocinados en casa, reducir el consumo de productos ultraprocesados y promover políticas públicas que favorezcan entornos alimentarios más saludables y accesibles.