Dos UTEs presentaron ofertas para restaurar la antigua mina del Monte Neme, proyecto valorado en más de 1,6 millones de euros que ejecutará la Consellería de Economía de Industria con fondos europeos. Ambas uniones temporales están integradas, en parte, por empresas carballesas. Por un lado, la conocida constructora Vázquez y Reinose ha aliado esta vez con la coruñesa José No Mantiñán e Hijos Construcciones; y por el otro, Voladuras y Transportes Blanco, ubicada en el polígono de Bértoa, está asociada con la firma Intacta Gestión Ambiental, de As Pontes, para este proyecto.
Ambas ofertas fueron aceptadas por la mesa de contratación autonómica, que se reunió este viernes para abrir las primeras plicas y avanzar en el proceso de adjudicación, que continuará el próximo martes para conocer las propuestas económicas presentadas por ambas UTES. Para elaborar los proyectos, representantes de las empresas visitaron la primera semana de junio la zona de actuación acompañados por un técnico (ingeniero de minas) de la Consellería. Allí resolvieron algunas dudas relacionadas con la partida del proyecto para las labores de demolición de las estructuras de hormigón existentes y la gestión de los residuos generados; los parámetros exigidos para el vertido de las aguas una vez tratadas y la posibilidad de sustituir el grupo electrógeno que se encargará de surtir energía a las maquinarias de tratamiento de agua por la instalación de una suministro a partir de la red eléctrica existente en la zona.
Precisamente una de las fases más complejas de este plan de restauración será el drenaje y tratamiento de las dos grandes balsas de agua contaminada que persisten desde el cese de la actividad extractiva. Según la documentación técnica del proyecto, la depuración de estos acuíferos tóxicos requerirá de una operación continua que se prolongará durante seis meses y que se llevará casi la mitad del presupuesto.
El objetivo es doble: eliminar las más de 41.000 metros cúbicos de agua contaminada acumuladas en los antiguos huecos mineros y garantizar que el vertido final se realice cumpliendo con los estándares de calidad ambiental establecidos por la normativa vigente. Para ello, se instalará una planta de tratamiento portátil que integrará diferentes tecnologías de filtración, absorción y purificación del agua, con una capacidad efectiva de tratamiento de hasta 35 metros cúbicos por hora.
La planta de tratamiento, diseñada como una instalación móvil en contenedores adaptados, incluirá además dispositivos de monitoreo a distancia y sistemas automatizados de autolimpieza y mantenimiento. Se trata de una solución tecnológica pensada para ofrecer el máximo rendimiento en un entorno de difícil acceso y elevada carga contaminante.
La depuración del agua es el paso indispensable ya que las balsas contienen concentraciones elevadas de metales pesados y otras sustancias contaminantes. En algunos casos, como el del cadmio, el níquel o el plomo, los niveles multiplican por diez los máximos permitidos por la ley. También se han detectado cantidades muy elevadas de aluminio, mercurio, cobre, zinc y cianuros, además de un pH muy ácido.
Ante este escenario, el documento técnico establece una solución de tratamiento en varias etapas. El agua será captada desde los huecos mineros a través de un sistema de flotación y bombeo controlado que evitará la entrada de materiales en suspensión. A continuación, pasará por un complejo sistema de filtración catalítica que utiliza lechos minerales específicos para atrapar y neutralizar los metales pesados.
Estas fases iniciales de catalización se complementan con módulos de ultrafiltración y una última barrera mediante ósmosis inversa. Este proceso, habitual en el tratamiento de aguas residuales de alta carga, permitirá reducir las concentraciones de contaminantes hasta niveles compatibles con la legislación ambiental.
En caso de que alguna parte del caudal tratado supere los límites exigidos, el sistema contará con mecanismos de recirculación que reenviarán el agua al inicio del proceso. Asimismo, se estima que menos del 0,4% del volumen tratado acabará como residuo no reutilizable, que será gestionado a través de un gestor autorizado.
Una vez que el agua sea tratada hasta tener las condiciones ambientales aceptables, será vertida de forma controlada en el rego do Porriños. Para ello se construirá una conducción por gravedad empleando una tubería de polietileno de alta resistencia, equipada con válvulas automáticas y un sistema de control que garantizará el correcto funcionamiento del vertido.
Durante todo el proceso se realizarán controles continuos de pH, presión, turbidez y conductividad, así como análisis semanales de metales pesados, sólidos en suspensión y compuestos orgánicos. Esta vigilancia será especialmente intensa en las primeras semanas, cuando se establecerá la curva de rendimiento del sistema. A partir de ahí, se mantendrán controles quincenales hasta completar el vaciado de las balsas.
El ritmo de trabajo dependerá de las condiciones meteorológicas, pero según las estimaciones recogidas en la memoria del proyecto, el volumen total a tratar durante los seis meses de operación podría alcanzar los 98.000 metros cúbicos, teniendo en cuenta las aportaciones por lluvia y las pérdidas por evaporación.
El drenaje de las balsas es solo una parte del ambicioso plan de restauración del Monte Neme. Una vez finalizada esta fase, se abordará la remodelación del terreno, la revegetación con especies autóctonas y la recuperación paisajística del entorno.