La filfa de la coalición

Hasta en los gobiernos monocolor surgen discrepancias entre sus ministros, cuanto más en uno de coalición, de manera que asistir a trifulcas internas no debe sorprender. En la coalición que nos gobierna ocurre algo más que una mera trifulca. Esta siendo un compendio de deslealtades, de descalificaciones por parte de Unidas Podemos que resultan insoportables y todo ello aderezado por la soberbia y activismo de unos y por la decisión, también incomprensible, de que la coalición no se rompe.


¿Para qué se va a romper si ya está rota?. Tanto UP, como el PSOE y Yolanda Diaz, que es la tercera pata de la coalición saben que está rota. Que entre los socios ha surgido, larvada desde hace mucho tiempo, una beligerancia hacia el socio mayoritario que ningún Presidente del Gobierno, por la dignidad del propio Ejecutivo, debería permitir.


Pero se permite porque todas las partes han asumido que esto va de pura filfa, de teatrillo barato que a todas las partes, según sus cálculos, conviene. Yolanda Diaz que ha optado por pasar de puntillas sobre todos los asuntos espinosos, necesita tiempo para dar forma a su proyecto Sumar que se parece mucho al parto de los montes. Muchas reuniones, pero hasta el momento y ya va siendo tiempo, nada concreto.


Conviene, desde luego a las mujeres de Igualdad que, probablemente, ni en sus mejores sueños pensaron que algún día iban a estar donde están. Les conviene para continuar expandiendo su discurso feminista que, lejos de representar a la mayoría de las mujeres, lo que está consiguiendo es espantar a la mayoría de ellas.


La filfa también le vale a Sánchez que en el fondo de su alma quiere laminar a Unidas Podemos para dejar el testigo a Yolanda Diaz y le conviene, sobre todo para lograr aunque sea en el último momento y de aquella manera un acuerdo en la reforma de la ley del sí es si. Sánchez quiere pasar a la historia sin llegar a acuerdo alguno con el PP. Su ausencia en la votación de la toma en consideración para la reforma de la que no deja de ser su ley y no solo de Irene Montero, en el fondo, no tiene otra explicación. No era una votación concreta y el Presidente debería haber acudido.


A estas alturas no resulta exagerado afirmar que lo que llaman coalición es una filfa, un conjunto de intereses compartidos o temores a repartir. Tiene razón Bolaños cuando afirma que hay Gobierno para rato. Y claro que lo habrá porque ya se sabe que no es un Gobierno en ‘stricto sensu’. Es más bien un revoltijo de contradicciones y estruendosos silencios como son los que mantienen los ministros socialistas, que se han convertido en auténticos especialistas en minimizar declaraciones y actitudes de sus socios creyendo ingenuamente que esos silencios pueden beneficiarles electoralmente.


Intuyo que al final de los finales habrá acuerdo incluso en la reforma de la ley del ‘sí es sí’. El PSOE no puede, ni debería soportar, que se les llamara fascistas por parte de sus socios y estos, a su vez, deberían abandonar sus cargos porque es el colmo de la contradicción, que ellos y ellas, adalides de una libertad que ya existía antes de que llegaran, compartir sala de Gobierno con fascistas. Todo esto sería lo lo lógico pero como no se trata de una coalición sino de una filfa, seguirán, claro que seguirán. Aguantar, es la orden de Sánchez y Unidas Podemos, ancha es Castilla y libre lengua. 

La filfa de la coalición

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