El debate parlamentario que este miércoles cierra la temporada política puede desembocar de dos maneras: en más de lo mismo, una batalla en la que los contendientes se repetirán las barbaridades que se vienen diciendo miércoles tras miércoles en los controles parlamentarios al Gobierno o... O puede que ocurra, pensamos los optimistas, algo muy distinto: que Sánchez se atreva a proponer lo que no hizo en el comité federal. O sea, que se someterá a la cuestión de confianza, que en principio tendría ganada, pues solo necesita mayoría simple. Y entonces Feijóo...
Conociendo, en lo que cabe -que es poco- a Sánchez, en principio yo diría que le tienta más la primera hipótesis, la bronca, el seguir culpando de todo al PP, y tú más, a la fachosfera y a tres descarriados a los que en el partido ya han guillotinado. Pero eso ya no basta, y el presidente, que tiene un olfato político fino y sin complejos éticos ni estéticos, supongo que sabe que tendrá que ofrecer algo más que lo de siempre. Entre otras cosas, porque su principal oponente, Alberto Núñez Feijóo, viene crecido por los aplausos y el cierre de filas en su torno en el PP, y viene dispuesto, ahora parece que sí, a presentarse como futuro e inevitable jefe de Gobierno y no como el cascarrabias líder de la oposición que se queda en el diagnóstico y no en las soluciones.
Con Sánchez uno siempre se equivoca, porque los análisis sobre lo que va o no a hacer se basan en la lógica, en el sentido común y en los precedentes, es decir, en una cierta jurisprudencia y seguridad política. Nada de esto es material que abunde en el discurso y en el proceder del presidente, que ha hecho que lo normal sea la extrema anormalidad política, los, ejem, ‘cambios de opinión’ la moneda de pago más frecuente a las hemerotecas y la ruptura de las reglas de juego la conducta habitual. Muy difícil, así, ejercer el papel de oposición, que, desde luego, Feijóo realizaba hasta ahora de manera como desganada, nerudianamente ausente y no pocas veces errada.
Pero ya digo que ahora Feijóo viene con armadura, lanza en ristre y con sus huestes en modo combate, no simplemente bravata. Con propuestas de gobierno (debería haber presentado más compromisos en el discurso final del congreso del PP, pero...). Y a un dragón flamígero no se le despacha con aspirinas. Así que a mí me parece que a Sánchez no le va a quedar otro remedio que anunciar lo de la cuestión de confianza, ateniéndose al artículo 112 de la Constitución, entre otras cosas. Como acaso un debate sobre el estado de la nación para el otoño y quién sabe si unas elecciones para 2026. Además, claro, de medidas ‘sociales’ para unos Presupuestos venideros y un plan anticorrupción severísimo, al menos sobre el papel. Anunciando todo esto, quizá pueda sortear -en principio saldrían los números- la cuestión de confianza, solicitada este lunes por el presidente canario y hace meses hasta por Puigdemont. Además de por varios asesores, claro.
Con eso, puede que logre titulares (buenos) garantizados para él y que el discurso de Feijóo quede relegado a lo que los periodistas llamamos ‘página par’. No sé, la verdad, si eso servirá de mucho aquí, en Audiolandia, cuando en cualquier momento, verdad Paco Salazar, puede saltar una sorpresa no precisamente agradable para el inquilino de La Moncloa y aledaños. Pero por lo menos le garantiza a Sánchez un verano algo menos tormentoso de lo que podría ser previsible. El último (¿o no?) verano en La Mareta.