2027: Odisea en la taifa

En algún lugar de la distopía, arenga un rebelde: “Ciudadanos, en estos últimos años, la única obra civil digna de reseña es la putrefacción de la tropa política. Un enorme islote de guano y asco sobre el que estamos condenados a circular y sobre el que nos tendremos que sanar, educar, juzgar y sobre el que levantar un Estado que será de verdad deshecho.


Lo terrible, es que es lo más saneado de que disponemos y lo único que nos puede llenar de podrido orgullo y vana soberbia. En unos pocos años hemos sido capaces de consentir a nuestros representantes como capataces y convertir sus aspiraciones en las propias de cazafortunas. Hombres que llegaron a la política sin más pertenencia que la audacia de encuadrarse en un partido político en el que, a fuerza de astucia y perruna obediencia, alcanzaron puestos de poder, y una vez en él y con nuestra la complicidad, se enriquecieron a cargo del erario.


Esta generosidad nuestra nació de lo más insano de nuestra voluntad ciudadana, el odio y el enfrentamiento, lo que le da un plus de morbo y desmiente a quienes afirman que no somos capaces de construir nada en común. Sí lo somos, esta podredumbre lo atestigua. Hoy nos hundimos en una inmunda ciénaga que nos ciega o nos traga. Quizá, al final nos pueda la bondad de la tristeza y no seamos capaces de prescindir de esta megaestructura de poder y corrupción, porque, al fin y al cabo, es nuestra única obra, nuestra mejor obra»

2027: Odisea en la taifa

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