Marco Odermatt se instala en el trono mundial del esquí

Marco Odermatt  se instala en el trono mundial del esquí
Marco Odermatt

 El suizo Marco Odermatt cerró el círculo y este domingo logró, a los 25 años, el único gran título que le faltaba, el de campeón del mundo, al imponerse con una sensacional exhibición en el descenso, la prueba reina de los Mundiales de esquí alpino Courchevel y Méribel (Francia), donde relegó al segundo puesto, por medio segundo, al teórico favorito, el noruego Aleksander Aamodt Kilde.


Odermatt, que avanza con paso firme hacia su segunda gran Bola de Cristal, ya había dado su primer gran aviso la temporada pasada, al ganar, aparte de la general, la Copa del Mundo de gigante, su gran especialidad, en la que se convirtió, además, en campeón olímpico en los Juegos de Pekín.


Este domingo, sólo tres días después de acabar “decepcionado” la prueba del supergigante, en la que apuntaba al oro y acabó cuarto -el puesto que nadie quiere en un gran evento-, demostró fuerza mental y capacidad de resiliencia, capturando el único oro que le faltaba en su precoz y muy brillante carrera: el Mundial.


Lo hizo, además, en la prueba reina y con una autoridad asombrosa. El nuevo ídolo deportivo de la Confederación Helvética cubrió los 3.100 metros de la pista L’Eclipse de Courchevel -con salida a 2.235 metros y un desnivel de 945- en un tiempo ganador de un minuto, 47 segundos y cinco centésimas, 48 menos que Kilde, líder de la Copa del Mundo de la disciplina, que se rindió a la evidencia -”hoy di el cien por cien y he esquiado realmente bien, pero Odermatt ha sido mejor; así son las cosas”- y se conformó con capturar su segunda plata en estos campeonatos, después de la lograda en el supergigante.


A nueve décimas se quedó Cameron Alexander, que volvió a protagonizar una sorpresa convertida en gran alegría para Canadá al capturar la medalla de bronce.


El italiano Florian Schieder, que acabaría séptimo, fue el primero en saltar a pista y su crono (1:48.14) no fue mejorado ni por su compatriota Dominik Paris -que se clasificó un puesto por detrás-, ni por el austriaco Vincent Kriechmayr, que defendía el título logrado hace dos años en Cortina d’Ampezzo (Italia) y fue undécimo; dos de los candidatos al podio.


Hubo que esperar hasta el dorsal 10, el de Odermatt, que hizo honor al mismo, completando una bajada de nota máxima con la que pulverizó el crono y dinamitó por completo la prueba.


El canadiense James Crawford, que fue el que más se le acercó, poco después, se había quedado a más de un segundo, pero aún alimentaba la esperanza de convertirse de nuevo, tras haber ganado oro el jueves en el supergigante, en la sorpresa de la jornada -lo acabó siendo su compatriota Alexander- con otra medalla inesperada.


Kilde -novio de la estadounidense Mikaela Shiffrin, la gran dominadora del deporte rey invernal- salió con el 15. Mantuvo la tensión durante parte de los más de tres kilómetros de la bella pista de la Saboya francesa, pero se quedó a 48 centésimas; y Odermatt -que había arrasado hace cinco años en los Mundiales júnior de Davos, en su país, en los que ganó cinco medallas de oro- respiró tranquilo. “Viendo bajar a Alex (Kilde) temblé como nunca lo había hecho”, admitió, tras su triunfo, el nuevo rey del esquí alpino.


Sólo quedaba por ver si Crawford amarraría el bronce, metal que al final se quedó su paisano Cameron Alexander, con sólo cuatro centésimas de ventaja sobre el austriaco Marco Schwarz, consumado especialista de eslalon que cada vez pita más en las pruebas de velocidad: el jueves acabó sexto el supergigante y este domingo fue cuarto, justo por delante del segundo mejor canadiense del día.


Pirmin Zurbriggen, cuádruple ganador de la Copa del Mundo (en la que cuenta 40 victorias y otras diez Bolas de Cristal en disciplinas), oro olímpico y cuatro veces campeón mundial, que acaba de cumplir 60 años, señaló, hace un par de ellos, como emergente gran figura del esquí suizo a Odermatt; del que dijo que era quien más se le parecía en competición.


Si lo dijo el propio Zurbriggen, sólo era una cuestión de tiempo. Y Odermatt ha ido confirmando, paso a paso, las palabras de la leyenda helvética. En Courchevel no tenía nada que demostrar. En espera de que el viernes logre seguramente su segundo oro en estos campeonatos, en el gigante -disciplina en la que parte como gran favorito-, logró no sólo su primer título mundial, sino su primera gran victoria en un descenso: sus 19 triunfos en la Copa del Mundo habían llegado en el gigante (11) y en el supergigante (8).


Este domingo, Odermatt se aferró, definitivamente, al trono mundial del esquí alpino. Y, después del triunfo de Jasmine Flury en la prueba reina femenina, ha colocado a Suiza al frente del medallero de unos campeonatos que, tras la jornada de descanso de este lunes, se reanudarán el martes con la disputa de la prueba por equipos: mixta y en la que defiende título Noruega, bronce olímpico el año pasado en los Juegos de Pekín; en los que se impuso Austria.


El miércoles se disputarán los paralelos -femenino y masculino-, previos a las pruebas de gigante: el jueves competirán las chicas y el viernes los chicos.


El eslalon masculino cerrará estos Mundiales el próximo domingo en Courchevel, un día después de que las mujeres disputen la prueba de esa disciplina en Méribel

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