Vergüenza ajena e incluso propia

Vergüenza ajena e incluso propia

porque los señores diputados están ahí, representándonos a TODOS los españoles, porque TODOS los españoles los hemos votado; incluso los que no votan son responsables –aunque solo sea por omisión— de las personas y personajes, gente y gentuza que cohabita el Congreso de los Diputados. Lo que oímos salir por la boca de Carla Toscano el otro día en el hemiciclo no tiene nada que ver con la ideología. Se puede ser rojo, azul, verde o amarillo; se puede haber nacido en una cama con dosel de ébano y dormido en cuna y cama de oro, pero hay cosas que no se adquieren con el pedigrí. La educación y el respeto a los demás son unas de ellas. Y hay ciertas cosas que si ya es feo pensarlas, gritarlas a los cuatro vientos es indecoroso; y gritarlas a los cuatro vientos pensando que lo estás haciendo genial, es incluso peligroso. Después nos extraña que haya guerras. Las guerras las empiezan sujetos y sujetas como esta así, gritando improperios y pisoteando los derechos de los demás, sin respetar ningún límite. No se merecen estar donde están. Vergüenza. 

Vergüenza ajena e incluso propia

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