Necesito vacaciones

n el taller no encuentran la avería después de un mes. En la telefónica te facturan servicios que nunca has solicitado ni utilizado. Vas al banco seis veces para presentar el mismo papel y cada vez le ocurre al impreso algo diferente. El dermatólogo, tras un año en lista de espera y una reclamación, no tiene ni idea de lo que te pasa. La aseguradora te explica que precisamente esa fuga en la cisterna no está cubierta por la póliza. En el trabajo no quieren pagarte un kilometraje porque no has ido por autopista. Te trolea un chatbot, después de tres horas de espera, pidiéndote los mismos datos que has dado al principio, vuelve a iniciar el proceso y te informa de que el tiempo de espera es elevado. Lo admito, necesito vacaciones.


Probablemente el sector turístico funcione mejor, me digo. Casi seguro que los empresarios hoteleros habrán contenido los precios ante la competencia de los pisos turísticos. Los vuelos serán más baratos frente al tren de alta velocidad. Hasta es posible que en las típicas zonas de sol y playa queden plazas libres por las olas de calor. Cuando compruebo que todo es un espejismo, recurro a los pisos turísticos, al tren y al turismo de interior. Iluso. Quizá, más que vacaciones, necesito un terapeuta.


Una amiga compra unos zapatos monísimos por Internet. Buen precio y solo tiene que dar su número de teléfono y dirección. Paga contrareembolso. Casi a la vieja usanza. Le llaman para confirmar que estará en casa para la entrega. Paga al repartidor. Abre la caja. En vez de los zapatos, hay unas chanclas cutres. Haberla abierto antes de pagar, que a usted eso no se lo hacen. Claro. Llama al móvil desde donde le habían avisado y responde una señora mayor que no sabe nada ni de zapatos, ni de chanclas ni de nada de nada. Hala, denuncia al canto. Mirada de escepticismo del funcionario de policía que, eso sí, atiende con profesionalidad exquisita a la denunciante. A la salida de la comisaría, recibe una llamada, de las que están prohibidas desde hace un mes. Una máquina le quiere hablar de un trabajo.


Al menos el policía de la oficina tuvo suerte. No lo enviaron a la cumbre de la ONU en Sevilla. Evitó los 40 grados, el tomate con moho y adelantar las dietas. Eso sí, se ha quedado sin los 28,21 euros para las tres comidas y los 48,92 para alojamiento diario. Es lo que denuncia su sindicato. No sé de qué se quejan. Al menos no les exigen viajar por autopista, como en mi universidad. Como todo esto son cosas de redes sociales, en una tertulia televisiva comentaron que eso ocurre tanto en el sector público como en el privado, que los currantes financian a las empresas y a la administración en todas partes, así que mejor no abrir el melón. No, es mucho mejor seguir prestando atención al comité federal o al congreso ordinario de unos y otros. Lo importante es si nombran a Pilar, Miguel o a Esther. Le quita el moho al tomate, sin duda.


Vivienda, corrupción, fraude, sanidad, inseguridad, precariedad, lentitud de la justicia, indefensión ante la administración y las grandes corporaciones…habría que incluir educación, pero casi nadie se acuerda de ella al enumerar las preocupaciones que nos devoran las energías. Y tal vez la educación haría que tuviéramos mejores mecánicos, mejores dermatólogos, menos hijos de satanás diseñando chatbots, menos burros inventando normas, menos listos incorporando impedimentos legales o administrativos e incluso menos delincuentes en internet o en la política. Al fin y al cabo, hemos conseguido como sociedad que darse estopa en una pelea de “clanes”, como la última de Ribeira, parezca una excepción “cultural”. Aunque no nos confiemos. Somos tantos los cabreados contra tantas cosas que a lo peor se acaban perdiendo los nervios. Lo dicho. Creo que necesito vacaciones.

Necesito vacaciones

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