Poco después de que la ministra de Trabajo fuera a Roma a ver al Papa, circuló por la red una foto de ambos muy sonrientes con este diálogo: “¿Y dices que crees en Dios”, pregunta el Pontífice, y la ministra le responde: “ Sí, Padre, ¿no es un milagro que yo sea ministra?”.
El taumaturgo de ese milagro fue Pablo Iglesias que designó “a dedo” como sucesora en la vicepresidencia a la que antes ya había ungido ministra. Enrique Monrosi y María Llapart reproducen (La coalición frente a la pandemia, Península, 2020) el cariñoso mensaje cruzado entre Díaz e Iglesias: “Estoy desconsolada, Pablo”, le escribió. “Igual te toca ser ministra, así que a trabajar, le respondió el líder morado. “No pienso ser nada si tú no estás en esto”, respondió ella.
Después vino el desencuentro cuando Díaz presentó su plataforma Sumar en Valencia y no invitó a las dirigentes de Podemos, lo que indignó a Iglesias, que llegó a la descalificación personal cuando Díaz evitó cerrar filas con la ministra de Igualdad: “Ponerse de perfil cuando se machaca a una compañera no solo es miserable y cobarde, sino políticamente estúpido”, sentenció en tono amenazador.
No debería sorprenderse Iglesias si leyera a Beiras (La Voz, 15.09.2022). Yolanda Díaz, dijo, “tivo coraxe para facer cousas, e ben... Eu non tiven unha boa relación con ela na etapa final de AGE. Foi desleal comigo... y cita el episodio del escaño que debía ir a AGE y fue a Esquerda Unida, y que en el Congreso Díaz y Gómez Reino, “en lugar de traballar como deputados de En Marea, fixérono de Podemos. Ela utilizou a En Marea para facer a súa carreira política en Madrid”, concluye Beiras.
Ahora Iglesias apremia a Yolanda para que diga si está dispuesta o no a liderar UP con Sumar, y la ministra, como buena gallega, sigue en la mitad de la escalera en una indefinición calculada oteando el horizonte político y no desvela las claves de su proyecto Sumar, ni si se integrará en la formación morada.
Circula por la red un chascarrillo que refiere el caso de un joven que tenía una novia con la que iba a casar y, de pronto, ella lo dejó. Cuando los amigos le preguntaban qué había ocurrido para que se rompiera la larga relación, él les contestó: “Muy sencillo, encontró a otro que tenía un yate más grande que el mío”.
El chascarrillo es aplicable a la ministra de trabajo. Está mirando como navegan los distintos yates en el mar de la política y cuando vea que uno destaca y le ofrece más futuro -sea Podemos, el PSOE o su proyecto Sumar- correrá velozmente para ocupar el asiento de cubierta que le garantice su supervivencia política, como hizo siempre. Aunque eso implique ser desleal a su valedor Pablo Iglesias, como antes lo fue con Beiras.