Marisa Flórez y la foto de Pedro Sánchez

Entre mis muchas obsesiones se encuentra coleccionar fotografías significativas de la actualidad política. Soy un apasionado de un arte que no se practicar: el foto-periodismo, como lo soy de los ‘cartoonist’, esos dibujantes de humor que muchas veces destilan más amargura que sonrisas y que nos dan una versión de la realidad mejor que muchos escritos. Hoy, ahora, veo en las portadas de algunos periódicos una imagen, tremenda, del rostro de Pedro Sánchez durante una visita a un centro telefónico en Leganés: es una mirada muy seria, un punto amenazante hacia la cámara del fotógrafo. No es una mirada tranquilizadora, seguramente porque él se siente amenazado con todo lo que está pasando.


Y es que no puede ser un país normal aquel en el que los contendientes políticos, desatados, se califican mutuamente de “mafiosos” y en el que la propia vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, ante la que está cayendo, este mundo pegajoso de leiresdíez, o incierto de ‘santoscerdanes’, habla de que estamos ante una situación de “extrema gravedad”. Ni puede ser normal, aunque en todas partes cuezan habas, que un periodista pueda decir reiteradamente que el presidente del gobierno viola la norma constitucional en tal o cual aspecto y nada les ocurra ni al periodista ni al presidente del Gobierno, el del rostro preocupante.


No sé si, en estas condiciones, con ese hombre cuyos ojos, cuyo semblante, reflejan tanta tormenta, llegaremos a completar la Legislatura más compleja que se recuerda en décadas, quizá desde el restablecimiento de la democracia en 1977. Cierto, ya no tenemos ETAS, ni tricornios disparando al techo del Congreso. Todo ese mundo que nos hace recordar una fotógrafa magnífica, Marisa Flórez, quien mejor supo retratar la soledad de Adolfo Suárez en el escaño y que nos hacía prever que esa soledad iba a derivar en algo que algunos anticipaban: la dimisión del presidente.


Que no digo yo que Sánchez vaya a dimitir, oiga. No le van a echar todas las manifestaciones que convoque Feijoo, ni lo que digamos los periodistas, los jueces y menos aún las tertulias en los bares, donde se escuchan cosas tremendas. Nada que ver entre aquel Suárez, a quien tan bien conocí, y este Sánchez, inaprehensible para casi todos. Sí digo que cualquier vestigio de eso que podríamos llamar normalidad se ha quedado en nada en esta política española, tan viciada. Un panorama en el que los lideres políticos se acusan, así como suena, de “mafiosos” los unos a los otros. Estamos haciendo cotidiana, indiferente a nuestra indignación, la transgresión habitual de normas legales, de viejas costumbres democráticas, de la mínima contención y sentido común, de la buena educación.


Hay que regresar a las imágenes del pasado, de esa Transición que de pronto se nos echa encima con la exposición de Marisa Flórez, para intentar al menos entender lo incomprensible de esta España UCOizada, judicializada, en la que ya no nos llama la atención el paso por los tribunales de gentes que han abusado tanto de nosotros. No sé quién será el/la Marisa Flórez de dentro de veinticinco años, el retratista del alma de una época: sí sé que transmitirá, a quienes puedan contemplar esa futura exposición, una era de cierta angustia, mezclada con la alienación que sin duda también vivimos y que permite que ocurra lo que ocurre. Sin duda, y a pesar de algunas imágenes tremendistas, la exposición sobre el pasado de Marisa Flórez estará cargada de muchas menos sombras que la que se exhibirá dentro de dos décadas y media retratando esta España que ahora estamos haciendo. El rostro de Sánchez es, así, todo un presagio de quién sabe qué.  

Marisa Flórez y la foto de Pedro Sánchez

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