Investidura y muñecas hinchables

Al aquelarre diario que se viene montando cada tarde-noche en Ferraz sólo le faltaba el número de las muñecas hinchables, pero en la víspera de la sesión de investidura, cuando el espectáculo surreal ya decaía por irse agotando el repertorio dantesco ofrecido por lo más zafio de la sociedad, aparecieron enarboladas por unas criaturas brincantes que auto celebraban así su espantoso ingenio. Ese Valpurgis tuvo sus muñecas, pero al Congreso de los Diputados, el ágora de la democracia y de su legitimidad, le siguen faltando, según se va viendo en el curso de la sesión de investidura, políticos dignos de sentarse en ella. Su sitio, a tenor de su comportamiento en el recinto parlamentario, se ve que está, más bien, en el de las muñecas. Pocas cosas hay más feas, más repulsivas, más tristes, que una muñeca hinchable, pero una de esas pocas es la profanación de la política, del arte de convivir, por quienes en ella no buscan sino el desencuentro y el odio mediante una especie de sicariato al servicio de intereses imposibles, antisociales o espúreos. Esa es la política de la muñeca hinchable, la que criminaliza al adversario, la que deslegitima lo legítimo, la que gruñe, la que amenaza, la que calumnia, la de la insidia, la de la voz avinada y los ojos vidriosos, la que, en fin, no debiera entrar jamás en un parlamento, pero que ha entrado.


Contra esa política de muñeca hinchable centró el candidato a presidir el Gobierno de la Nación la primera parte de su discurso propositorio, e hizo bien, pues no son pocos ya los ayuntamientos y las comunidades que la albergan. El vicepresidente de una de éstas, colocado ahí por la derecha ordinaria y conocido por llevárselo muerto sin dar un palo al agua, no sólo no se ha perdido ni una sola de las funciones del aquelarre friki, sino que ha sido uno de sus principales agitadores. Hizo bien Sánchez, estuvo oportuno, pues el dilema a despejar para el futuro de España es ese: o democracia, con todas las taras, limitaciones y errores que se quiera, o muñecas hinchables.


Según los zánganos que llevaron las muñecas al asedio de Ferraz, éstas representaban a las ministras del Gobierno en funciones, y la sede hostigada del PSOE no es la sede de un partido, sino un puticlub.

Investidura y muñecas hinchables

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