Que me perdonen los periodistas deportivos por pisar su ‘campo de juego’ de la información y el análisis de lo que ocurre en el Real Madrid que acaba de perder la final de la Copa del Rey. Este comentario tan solo pretende aportar las reflexiones de un aficionado de a pie después de observar la trayectoria del primer equipo de la capital de España.
Como premisa de partida digo que el Real Madrid emite señales de equipo desestabilizado, sin un rumbo preciso, que entró en una deriva ‘antisistema’ enfrentado a todos los estamentos. Y no sabe perder, no por arrogancia, sino por historia. Un club forjado a base de éxitos, de noches de gloria no está diseñado para digerir las derrotas que generan una crisis que busca culpables y exige respuestas inmediatas.
Esta temporada el equipo no estuvo a la altura de su historia y las miradas se vuelven al entrenador, un error tan simplista como injusto. Porque la crisis no tiene un solo culpable, las responsabilidades están repartidas en tres frentes mal gestionados.
En primer lugar, el Club que no estuvo a la altura en la planificación de la plantilla. Las bajas por las prolongadas lesiones de jugadores clave dejaron al equipo muy mermado sin que la dirección deportiva reaccionara, y con un calendario apretado y exigente no tener recambios de garantías es un error y anticipo del fracaso. Añádase a esto que la plantilla presenta desequilibrios notables con exceso de talento en algunas líneas, pero carece de buenos efectivos en otras, especialmente en defensa y en el centro del campo.
En cuanto a Carlo Ancelotti, esta vez no ha logrado controlar la dinámica del vestuario, ni encontró soluciones efectivas sobre el césped. Su confianza en ciertos jugadores, la falta de rotación y una lectura tardía de los partidos generaron dudas razonables. Si en otras temporadas su estilo pausado transmitía estabilidad, este año se percibió como falta de reacción. La pizarra no fue suficiente y la gestión emocional, tampoco. Pero culparlo solo a él y prescindir de ‘sus saberes’ puede ser un grave error después de su hoja de servicios al Club, impecable y cuajada de éxitos.
Por último, los jugadores. La actitud de algunos fue decepcionante en muchos partidos. Faltó compromiso, energía e intensidad. En un club donde el escudo exige correr hasta el final, la apatía y la pasividad son inaceptables y su resultado es un equipo con talento, pero sin alma. Y sin alma, el equipo deja de ser el Real Madrid.
En definitiva, esta crisis no es fruto del azar, ni de un mal mes. Es consecuencia de decisiones mal tomadas, errores no corregidos y una desconexión colectiva que costó títulos y credibilidad. Ahora bien, el Real Madrid volverá, porque siempre lo hace. Pero debe asumir la parte de culpa en todos los niveles y sosegarse. No se trata de cortar cabezas, sino de encontrar soluciones.