Aparta de mí ese fuego

Un cero en inteligencia emocional me parece una nota demasiado elevada para los méritos de algunos gobernantes. Arde España y algunos reaccionan como si descubrieran ahora que los incendios en verano nos acompañan desde hace siglos. Añaden una novedad para configurar un estado de opinión: el cambio climático, sea cual sea la desgracia que nos toca vivir, siempre se busca una referencia a las variaciones del clima que yo no niego, pero que lo están utilizando con tanta ligereza que vale lo mismo para un volcán, una epidemia o los fuegos que destrozan nuestros montes y castigan el ecosistema.


Pocas palabras para los terroristas medio ambientales a los que se les atribuye el 80% de los incendios que nos asolan. Hablan de la España vaciada pero solo en elecciones y no profundizan en su relación con el abandono de los montes, desaparece el pastoreo, pero tampoco lo relacionan con el asunto. Es más importante dar “cheques” a los niños para comprar videojuegos que financiar la limpieza de las fincas, o aportar cincuenta millones de euros para comprar preservativos para no sé qué país, vamos que hay dinero para todo menos para lo importante.


Y entonces, cuando las llamas se comen montes y hogares, los gobernantes hablan de competencias, de la culpa del otro, de que “si necesitan ayuda, que la pidan” y así nos va. Y cuando uno ya cree que lo ha visto y oído todo, llega el presidente Sánchez y con una solemnidad increíble, pone sobre la mesa la solución definitiva: un gran pacto de estado.


Me imagino la cara de las personas que ven como arde su casa con los ojos llenos de lágrimas, que ven los cadáveres de sus animales calcinados y su futuro más negro que el carbón y la ceniza a la que han quedado reducidos sus recuerdos, su vida. Ese mismo pacto de estado ya lo propuso Sánchez hace tres años y quedó en nada, otra declaración solemne e igual de vacía que el anuncio de este año.


He visto en Galicia al presidente Rueda y a su consejero de presidencia al pie del cañón en primera línea de fuego y recuerdo un programa de la Xunta hace un par de años que limpiaba montes y reducía la presencia de eucaliptos y pienso que se debe recuperar ese plan e implementarlo cuanto sea necesario porque eso sí contribuye a salvar nuestro medio. A quién le importa quién tiene o deja de tener la competencia en una situación de emergencia en la que hay en juego vidas humanas y todo nuestro ecosistema, son los propios gobernantes los que ponen en riesgo la credibilidad de las instituciones, el pueblo ya no confía en los gobernantes porque todas sus palabras se reducen a promesas incumplidas, a pactos extemporáneos y a cargar sobre sus espaldas con las desgracias que nos asolan.


Ahí, en barracones, siguen los afectados por el volcán de la Palma, o lo sufridores de la Dana valenciana viendo cómo se derriban sus hogares, pero ninguno ve inversiones que le devuelvan su vida y eviten que se repitan desastres similares en un futuro. Todo se limita a politiquería barata, a electoralismo nauseabundo, a pactos oscuros que buscan acomodos personales y, todo esto, mientras España arde y familias y pueblos enteros se quedan en la calle y en la ruina. Lo dicho, un cero en inteligencia emocional es mucho para lo que merecen.

Aparta de mí ese fuego

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