Emoción en la plaza de San Pedro

Emoción en la plaza de San Pedro
Papa León XIV

Que la plaza de San Pedro del Vaticano iba a ser un hervidero de emociones cuando saliese el humo blanco de la chimenea con más expectación de los últimos tiempos era algo que se podía prever. Gritos de nervios cuando parecía que la cortina del balcón de la basílica se movía y se iba a desvelar la identidad del nuevo papa, aplausos contagiosos al conocer el nombre del elegido y euforia desatada cuando por fin León XIV salió a saludar. Con lo que no contábamos era con la emoción del propio pontífice, al que por momentos parecían asomarle lágrimas a los ojos. El máximo representante de la Iglesia católica es, aunque a veces se nos olvide, un hombre de carne y hueso. Con orígenes españoles y un pasado como misionero en Perú. Es de suponer que abrumado y honrado por la encomienda a la que tendrá que hacer frente. Sus lágrimas contenidas y su sonrisa casi constante son una buena carta de presentación al mundo. Un papa-hombre.

Emoción en la plaza de San Pedro

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