El tufo de la venganza

Si no fuera por el tufo a venganza que desprende la actitud de Junts en sus negociaciones con el PSOE, la amnistía que el Gobierno prepara para “olvidar” los desmanes de la asonada secesionista del 17 y de sus anexos anteriores y posteriores se recibiría, seguramente, con otro talante, en incluso bastantes de sus actuales debeladores le encontrarían la gracia a semejante medida de gracia. Pero ese tufo a venganza, esa descarada intención de herir y humillar al otro cuando, por las circunstancias de la vida y de la aritmética parlamentaria, éste tiende su mano desarmada, envenena la atmósfera que todos, sin distinción de ideología o procedencia, hemos de respirar. La venganza es una cosa tan sucia que empuerca cuanto toca, y lo que está tocando es nada menos que la necesidad de reconciliación plena. Lo que debería ser un suceso jubilar, la amnistía, emparentada, sí, con el pelillos a la mar y con el borrón y cuenta nueva, pero también con la voluntad de reencuentro civilizado y cordial, se envenena con ese afán indisimulado de venganza, de odio, que anima a los de Puigdemont, y particularmente a éste. La circunstancia de que la mayoría de la sociedad catalana ni comparta ni apruebe esa conducta política, esa forma de ser y de hacer, cual demuestran los resultados electorales que relegan a Junts a una posición muy pobre en Cataluña, apenas consuela, pues en la práctica esa sociedad, como la española en su conjunto, es hoy rehén de esa gente que un día sumió a ambas en la frustración y en la tristeza, y que, según dice, volvería a sumirlas.


Que en esas negociaciones más parecidas a ajustes de cuentas se pretenda incluir el terrorismo entre lo amnistiable, o que se exija el control absoluto sobre la inmigración, no sólo es un disparate, sino que es un imposible, pero la venganza y el rencor, que en ningún caso raparan ni restañan el supuesto daño recibido, son, en sí mismos, un imposible también. 


Ahora bien; el que ha de conceder, en éste caso el Gobierno de la Nación, debe tener muy claro qué es imposible y qué no, y trazar la línea roja pertinente tan gruesa como pueda, tan gruesa que la venganza no alcance a traspasar.


Si no fuera por el tufo a venganza que desprende la conducta del reaccionarismo catalán, con sus capitanes Araña inspirándola, se abriría, seguramente, un espacio para la racionalidad.

El tufo de la venganza

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