El presidente cobarde

Tiene fama Pedro Sánchez de ser un ‘killer’ político. Arturo Pérez reverte ha consagrado esa imagen. Frío, despiadado, implacable en sus ejecuciones políticas por alcanzar el poder y permanecer en él. Un “asesino de lujo”, metafóricamente hablando, vamos.

De acuerdo. ¿Pero acaso supone ello considerarle añadida la valentía? Yo desde luego, para nada. Más bien la percepción creciente que personalmente tengo es la de cobardía. Un bravucón cobarde y medroso, que es un reconocido espécimen en nuestra historia y tiene abundantes glosas literarias.

Porque la pregunta a responder es una muy precisa. ¿Ante quién alardea y ejecuta esas formas y modos? ¿Ante quien se muestra prepotente, sobrado e insultante, hasta después de decapitarlos, el presidente del Gobierno de España?

¿Lo hace ante los enemigos de la Nación a la que tiene el deber de defender? ¿Lo hace ante quienes nos ofenden y hieren? ¿O resulta que ante ellos se arruga, arrodilla, humilla la dignidad de todos y recibe y acata sus órdenes?

¿Donde está el “valiente” Sánchez ante los chantajes y ofensas continuas de Bildu a las víctimas del terror de sus antes padrinos y ahora apadrinados? Pues oferente y sumiso cumpliendo sus exigencias y ordenando –de ello ha alardeado incluso– a sus adláteres Marlaska y Delgado, Ministro y Fiscal General, por él designados, para que les den pronto cumplimiento.

¿Y ante los separatistas confesos de atentar --y de seguir haciéndolo-- contra la Constitución e integridad territorial del Estado, donde está su coraje y su arrojo para defendernos?

Pues ya lo ven. Indultándolos fraudulentamente, arrastrándonos a la ciudadanía y nuestras instituciones ante ellos y sacrificando a los suyos, entregando sus cabezas y arrastrándolos por el fango, como acaba de hacer con la directora del CNI.

Pedro Sánchez es un ejemplo perfecto del “killer político”. Sí, desde luego. Pero lo es aún más del cobarde, del presidente más cobarde ante los enemigos de España que ha tenido nuestra Nación en estos años de democracia y libertades. No tiene parangón en ello.

El presidente cobarde

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