Milei y la amnistía

Milei propone cosas infinitamente más locas que la ley de amnistía, pero su rival, Massa, se apresuró a felicitarle al conocerse su infausta victoria, y sin decirle que se estaba equivocando. Los que se acababan de equivocar eran sus votantes, pero eso en una democracia, incluso en una como la argentina, está mal decirlo. No ha de pasar mucho tiempo, sin embargo, para que hasta los más recalcitrantes seguidores del profesor de sexo tántrico, clonador de perros y partidario de las armas, de la prostitución, de la venta de órganos y aun de niños, reparen en su trágica equivocación.


Alberto Núñez Feijóo no hizo como Massa: sí en lo primero, en felicitar a Sánchez al pie de su escaño, pero con lo segundo, al decirle que se estaba equivocando, envolvió su felicitación, explícitamente, en un celofán tóxico. Por lo que se va viendo, la equivocación de Sánchez, según Feijóo, era haber ganado el gobierno en vez de él, que se las prometía tan felices con los sondeos manufacturados a medida, y de esa incapacidad para asimilar el resultado de las elecciones, doce millones y medio de votos contrarios a su persona y a la de su adjunto Abascal frente a once favorables, han llegado todas las disparatadas performances de jueces haciendo trizas su indispensable neutralidad, de embolicamientos en Europa, de asedios violentos a las sedes del PSOE y de toda suerte de eventos tumultuarios bajo consignas de pésimo gusto, tipo las de Milei precisamente.
Sólo una instancia puede discernir y dictar qué es constitucional y qué no. El nombre de esa instancia suprema no admite confusión: Tribunal Constitucional. Pero tal es y tan arraigada en la derecha el sentido de patrimonialización de España y de cuanto la rige y contiene, que su actual composición, con una mayoría progresista, no sólo le hace sospechoso de arrimar en su momento el ascua a su supuesta sardina, sino que desde ya se le sentencia. No es de su cuerda el Constitucional, no le gusta, no se fía, y busca en la calle y en toda clase de trapacerías políticas (Senado) lo que teme no encontrar en los cauces constitucionales.


Si la ley de amnistía, que a uno, particularmente, no le hace mucha gracia por haberse urdido en beneficio de Puigdemont y pesando en ella más la necesidad que la virtud, es constitucional o no, se verá, y cuando se vea, lo que se haya visto habrá de acatarse. 

Milei y la amnistía

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