El libro

Pobre razón en la locura de estos días, para ella sin cuartel y mucha taberna. Y aún más, rabia, la peor, la que nace en el sosiego del mendaz discurso. Ese razonar, engañoso, terrible, sin tregua, sin esperanza, sin nada que no sea todo ese grotesco andamiaje lenguaraz con el que nuestros representantes nos llaman a la sensatez del buen gobierno.
 

Nadie en su sano juicio y sano interés se mostraría tan miserable, solo aquellos que olfatean la posibilidad y en ella el poder y el dinero lo hacen, porque solo así se entiende esta falta de respeto a ellos mismos y a los demás. Y no son solo los candidatos, es toda esa candidiasis que se pega a nuestra suerte democrática blanqueándolo de una mierda caliza y áspera que nos ahoga en la esperanza de ser de verdad una sociedad, justa, solidaria, democrática y civil. Porque no lo somos, hoy somos una sociedad militarizada y entregada en lo elemental a los intereses de los partidos y sus acólitos. Una herida que todos quieren sanar, pudriéndola, rompiéndola, llenándola de dolor y asco. Amenazan unos con los otros como si en verdad fuesen bestias salvajes, pero no lo son, son ciudadanos enredados en los arcanos del poder. Seres terribles, dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para ser ellos o los suyos los que nos conduzcan a una redención que es siempre la misma, frustración, odio y desesperanza.
 

¡Qué vienen, qué vienen!, nos gritan enardecidos, como si en verdad nos pudiésemos ir.

El libro

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