Te compro tu voto

Hace muchos, muchos años en una galaxia muy lejana estuvo de moda una canción que hoy en día sería cancelada según saliera a las listas de Spotify. Se titula “Te compro tu novia” y la compuso un señor muy famoso que se llama Ramón Orlando. La canción de marras es “ligeramente machista” por decir algo. La trama versa sobre un hombre que, obnubilado por las gracias que adornan a la novia de su amigo decide comprarla. La buena mujer, además de ser guapa, que es algo fundamental en una canción, es: ahorradora, rica, tranquila, buena persona, no sale de noche, no bebe, no fuma, resolutiva, hace números con la compra (algo muy necesario en estos tiempos en los que comprar un pulpo sale más caro que ir a pescarlo en el Nautilus), no se cela aunque vea al novio con Beyoncé, y además sabe hacerlo todo en la casa. Con todas esas bondades, el pretendiente en vez de intentar seducirla, va directamente a la plantación de algodón a ver si puede hacerse con semejante maravilla a golpe de talonario. Incluso le pide a la madre de la joya si puede clonarla adelantándose a las maravillas de la ciencia actual y la maternidad a la carta. 
 

A golpe de talonario, como los políticos con el voto por correo en Melilla y demás lugares de nuestra geografía. Los imagino bailando merengue en la puerta del colegio electoral (ya sabemos que “políticos bailando” son un género en sí mismo, igual que los “políticos en bicicleta”) arrimándose sin pudor a las ancianitas venerables mientras entonan TE-COMPRO-TU-VOTO. Un plot-twist que, francamente, yo no vi venir, lo del voto por correo. Sabía lo del carretaxe, las míticas monjas subiendo sillas de ruedas desde las residencias hasta la urna con admirable tesón y firme el ademán, los interventores dando el cambiazo de sobre como un personaje de Ibáñez, pero lo de este fin de campaña con secuestros, drogas, amenazas, compraventas, denuncias de un afiliado a su propio partido por corrupción, un partido de franca  simpatía por los seguidores del profeta involucrado, once mil votos afectados, audios variados de unos y otros, pantallazos aquí y allá, compra financiada por fondos públicos, pucherazo, trumpismo (adjetivo que se puede aplicar a cualquier cosa que recuerde ligeramente al señor de color naranja), bollera buena y bollera mala, (como “Hombre rico, Hombre pobre”), más drogas, más denuncias, más secuestros que al final no sabes si estás asistiendo a un capítulo de final de temporada de “Dexter” o de “24” o a la campaña para rascar hasta el último voto. Ya podemos decir que la política es trepidante y adictiva, y mañana, cuando lean esto, habrá llegado el día. El día en el que se acercarán a su Colegio Electoral y, en la puerta, puede que se encuentren con alguien que, susurrando y bailando a ritmo de merengue, les musite…”Te compro tu voto”.
 

¿Mi consejo? Véndanlo. Les dará para pagar el vermú de las 12 y unas buenas patatas bravas.

Te compro tu voto

Te puede interesar