Las ‘belarras’ y el Día de la Mujer Trabajadora

Este 8 de marzo, día en el que se reivindica el papel de la mujer como trabajadora en pie de igualdad con los hombres, es un día tan bueno como cualquier otro para sacar del Gobierno a ‘las belarras’. Esta denominación no quiere, desde luego, ser ni una falta de respeto ni conlleva el menor asomo despectivo: son ellas, las ministras Ione Belarra e Irene Montero, quienes renuncian a la individualidad de las ideas para hacerlas algo colectivo, amparado en un feminismo que no todas comparten, lo cual es una dialéctica en la que prefiero no entrar.

Ellas reivindican para sí una concepción del feminismo excluyente y de la que yo me niego a sentirme excluido. Bien está la reivindicación del 8 de marzo como día internacional de la mujer, y claro que me sumo. No tanto cuando el lema se quiere convertir en un ‘no a la guerra’ que divide más que une. No tanto cuando compruebo, un vez más, que la única justificación de ambas ministras para seguir siéndolo consiste en la explotación de ese feminismo. No tanto cuando la línea argumental de ese Gobierno se rompe con las ‘disidencias’ de ambas ministras en momentos delicadísimos para la coyuntura internacional, precisamente cuando toda Europa reclama la máxima coherencia por parte de sus miembros. Y, si las ‘disidencias’ son, sin más, simpleces de asamblea de colegio, que ni siquiera de Universidad, aún peor.

Creo que Belarra y Montero, como cabezas visibles de un partido que, aunque a la baja, sigue teniendo una representación en el electorado, tienen perfecto derecho (y deber) de defender y extender sus ideas, que, la verdad, no acaba uno de saber exactamente cuáles son, más allá de lanzar piedras a los partidos “que buscan la guerra”, se supone que el PSOE, su coaligado, entre ellos. Pero no deberían hacerlo dentro de un Gobierno que dentro de tres meses albergará la ‘cumbre’ de la OTAN acaso más importante en la historia de la Alianza Atlántica. Y menos aún deberían hacerlo por un mero afán de ‘acaparar titulares’ que justifiquen su escasa relevancia gubernamental y laboral.

Coherencia ante todo es lo que creo que nos piden los socios europeos. Coherencia ante todo en las filas ‘moradas’, en las que cada día más claramente no está esa buena ministra y razonable política que es Yolanda Díaz. Unas filas moradas en las que sigue influyendo quien se fue de la política por su incapacidad para permanecer en ella, es decir, Pablo Iglesias.

Me parece que Sánchez ha de afrontar el trago de prescindir en su Consejo de dos personas que, dentro de sus respectivos ministerios, son un lastre mucho más que un acicate. Y, ya que hablamos de coherencia, no tiene sentido que encabecen las marchas del día de la mujer trabajadora dos mujeres que, la verdad, no sé muy bien en qué ocupan su tiempo en sus respectivos ministerios. Yo creo, la verdad, que, más allá del griterío, no dan ni golpe. Quizá por fortuna.

Las ‘belarras’ y el Día de la Mujer Trabajadora

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